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Lagares históricos del Bierzo
Los lagares históricos del Bierzo siguen siendo los testigos de una cultura tradicional del vino arraigada en la comarca desde hace siglos.
Cuando las uvas ya estaban en su punto de maduración en las cepas y arrancaba la vendimia, llegaba el momento de despertar y ponerse el movimiento. Unos días de intensa actividad después de en un largo letargo, prácticamente de septiembre a septiembre. La gran viga de madera abrazaba al huso, que de nuevo bailaba y bailaba, girando sobre sí mismo, con su enorme pedestal de piedra. La femia y las velas le seguían el compás, con ese ritmo lento de “prensado” con el que se va estrujando cada racimo, rompiendo cada uva, para extraer al máximo el mosto que días después será vino.
Así era la vida del lagar, hoy en día menos utilizado que antaño, pero igualmente testigo de una cultura tradicional del vino arraigada en la comarca desde hace siglos. Según escribe el arquitecto Eloy Algorri en el libro ‘La cultura del vino en el Bierzo’, el lagar “es un artilugio para el prensado masivo de la uva de larguísima tradición” y ya aparecen referencias a él en antiguos textos latinos. “Numerosos indicios respaldan la opinión de que el mecanismo que ha llegado hasta nuestros días es prácticamente idéntico al utilizado desde el siglo VIII”, apostilla.
Precisamente, este experto defiende la importancia de la conservación y recuperación de este patrimonio en el Bierzo, como único elemento que atestigua la importancia que el vino tuvo para la economía de la comarca. “No hay un patrimonio específico vinícola o acorde con la importancia del vino en el Bierzo. Los lagares son el único edificio característico y exclusivo de la cultura del vino que existía aquí”, nos cuenta Algorri, que apunta a las diferencias existentes con otras zonas vinícolas de la provincia donde sí hay ese paisaje de bodegas subterráneas que sí muestra de forma evidente el valor del sector vinícola, en unos tiempos en los que el vino era alimento.
“En el Bierzo no hay testimonios arquitectónicos muy relevantes de algo que, sin embargo, ha sido muy importante en su historia económica como es el vino”, añade el arquitecto, que recuerda que en la comarca bodegas y lagares -salvo contadas excepciones en Molinaseca, Villafranca o Congosto, por ejemplo- estaban incorporadas en la vivienda, en su planta baja.
El milagro de la teoría de la palanca
El mecanismo del lagar es sencillo, no va más allá de la aplicación primitiva e ingeniosa de la teoría de la palanca, convirtiendo un movimiento rotatorio en un desplazamiento vertical. El principal elemento de su estructura es la viga de madera, generalmente de castaño, nogal o negrillo. En un extremo, la viga se une a través de la femia al huso o fuso, que es una pieza vertical de madera y de forma roscada unida a una gran piedra o cantón. En su extremo inferior está perforado y cruzado con una pieza de hierro o madera que se llama tranca y que, empujada por dos personas, sirve para hacer girar el huso.
A mitad de la longitud de la viga se sitúan las velas, unas piezas que, apoyadas sobre el murete frontal del estanque de prensado y sujetas en su parte superior a la cubierta, sirven para guiar verticalmente el descenso de la viga. En el otro extremo al huso, la viga queda encajada en una especie de nicho llamado cárcel. A nivel de suelo, está el estanque de prensado (donde se hace el montón de uvas en forma de tubo o cilindro y que llaman pie) que, con la o las lagaretas (donde se pisa la uva antes del prensado) y el pilo, completan el diseño del lagar.
Así, el pie de uvas y la viga forman “una especie de balancín por el cual, cuando uno sube por un lado de la viga el otro baja, y viceversa”, explica Algorri. Con ese principio mecánico, el lagar se convierte en una herramienta muy útil para el “prensado masivo”. Años atrás, después de recoger las uvas se iba al lagar, introduciéndolas desde el carro –a través de los postigos o ventanas existentes- en la lagareta o directamente en el estanque de prensado. Entonces se hacía el pie, haciendo un montón con las uvas y colocando sobre él varios niveles de tablillas y cuarterones de madera (cochos o cochiños) para calzar la viga. A continuación dos personas hacían girar el huso tirando de la tranca, mientras la viga iba bajando lentamente y presionando los cochos de madera, estrujando los racimos que están debajo.
Pisada de uvas en los Alvaricos, en Noceda. Foto Jesús Madero
La uva prensada va soltando su mosto que se desliza por el estanque hasta un orificio que lo cuela hacia el pilo, de donde se extraía tradicionalmente con calderos para depositarlo en las cubas donde tendría lugar la fermentación del vino.
De una punta a otra del Bierzo
Según el único inventario existente -realizado hace ya una década por Joaquín Alonso, Eloy Algorri y José Antonio Balboa-, en la comarca se conservan 129 lagares –a los que habría que sumar uno más, el de Villar de las Traviesas de Toreno, que no aparece en ese listado- . Están repartidos por toda la geografía berciana, desde Sobrado a Torre del Bierzo, desde Vega de Espinareda a Castropodame.
Así, Ponferrada y Priaranza del Bierzo son los dos municipios que más lagares conservan, ambos con 14. En Ponferrada se mantienen los de Campo (1), Columbrianos (1), Lombillo (2), San Andrés de Montejos –reconvertido en un mesón-, San Clemente de Valdueza (1), San Esteban de Valdueza (2), Salas de los Barrios (1), Toral de Merayo (3) y Villar de los Barrios (2). En Priaranza, estos mecanismos de “pisado” de la uva aún pueden encontrarse en Santalla (8), el pueblo de Priaranza (5) y en Villavieja.
Destacan también los nueve existentes en San Pedro de Olleros, en Vega de Espinareda, en una zona que de primeras nos puede parecer alejada de la tradición vinícola de la comarca berciana. Nueve también se conservan en Bembibre –Arlanza (1), Bembibre (1), Rodanillo (2), San Esteban del Toral (3) y San Roman (1)-, en el municipio de Cacabelos –Pieros (1), Quilós (2), San Clemente (2), Villabuena (3) y Cacabelos (1)- y en Congosto –Almázcara(1), Cobrana (2) y Congosto (6)-.
En Borrenes se mantienen en pie otros ocho lagares, con cinco de ellos concentrados en el pueblo de San Juan de Paluezas. A estos municipios donde todavía pueden encontrarse –ya sea en bodegas particulares o en construcciones específicas para albergar el lagar que se utilizaba de manera colectiva- se suman Arganza (7), Castropodame (7), Cubillos del Sil (7), Folgoso de la Ribera (6), Villafranca del Bierzo (6), Carracedelo (5), Cabañas Raras (3), Carucedo (2), Sobrado (2), Noceda (4), Sancedo (3), Torre del Bierzo (3), Camponaraya (1), Molinaseca (1) e Igüeña (1).
En rehabilitación
Precisamente, el Plan de Pequeñas Obras de la Diputación de León y el Consejo Comarcal del Bierzo ha servido para recuperar algunas de estas construcciones. El lagar ‘El Alvarico’ de Noceda del Bierzo fue el primero en contar con estas ayudas para su restauración, invirtiendo unos 18.000 euros en 1997 para poner en funcionamiento este mecanismo centenario, todavía propiedad de la familia Arias.
No es el único lagar restaurado en Noceda, que también tiró de estos fondos para la rehabilitación del lagar del Tío Isidro, cuya heredera Josefina Llamas lo donó a la Junta Vecinal para que fuera restaurado en el año 2006, y el lagar de San Justo de Cabanillas. Igualmente se recuperó con estos fondos el de Villar de las Traviesas de Toreno.
Este plan también ha servido para dar un empujón a la recuperación del edificio que alberga el lagar de Tedejo, en el municipio de Folgoso, intentando recuperar parte del pasado de este pueblo que “nació de las viñas y de las bodegas”. Así lo destaca Odonell Álvarez, uno de sus vecinos más queridos y quien ha recopilado esa parte de la historia en un libro: ‘La vid, la viña, la uva, el lagar, la bodega y el vino. De 1931 a 2016 en Tedejo’.
Tampoco han querido olvidar esa tradición en Cabañas Raras, que hace un par de años procedió a la restauración de la majestuosa viga de madera del antiguo lagar y ahora ubicada al aire libre, en la zona conocida como La Poza y visible desde el Camino Real de Carlos III. La vieja casa de los Cabo conservaba entre sus ruinas esa gran viga de castaño, instalada sobre su huso y su piedra y la familia decidió cederla al municipio para su recuperación.
Reportaje elaborado por infobierzo.com